Pero, ¿qué está ocurriendo con los pubs irlandeses en la actualidad? En los últimos 20 años, más de 2.000 pubs han quebrado… y algunos pubs rurales tienen dificultades para llegar a fin de mes. Es una situación preocupante que sin duda amenaza a una institución tan sagrada para el pueblo irlandés…
Reconozcámoslo. Los pubs irlandeses son mucho más que lugares donde tomar una pinta. En Irlanda, son pilares culturales, lugares donde la gente vive, se reúne, habla e intercambia ideas. Un lugar sagrado para socializar, al que los irlandeses acudían casi a diario. No necesariamente para beber una pinta… No.
Se trataba sobre todo de disfrutar de un buencraic irlandés, viendo un partido de hurling en la tele o escuchando un concierto de música con los amigos.
Es un lugar donde te encuentras con habituales pintorescos, charlatanes incansables, silencios conspirativos y debates acalorados pero siempre civilizados. Es un lugar donde puedes revisar el mundo entre sorbo y sorbo, y hablar de fútbol, política, amor y el tiempo. En resumen, es donde forjamos vínculos.
Aunque el pub sigue siendo un pilar de la vida irlandesa, algunos pubs irlandeses están cerrando a un ritmo alarmante. En las dos últimas décadas, más de 2.000 pubs han cerrado en Irlanda. Es una pérdida que está afectando tanto a las ciudades como al campo, perturbando toda una parte de la identidad irlandesa.
Entonces, ¿qué está pasando? ¿Por qué la gente abandona estos lugares tan arraigados en la cultura irlandesa? Uno de los principales culpables es, sin duda, la modernización mal calibrada.
Donde antes había una chimenea de piedra y una iluminación suave, ahora hay pantallas planas gigantes, música a todo volumen e interiores asépticos. Estos lugares acogedores se están transformando en bares pseudodeportivos, perdiendo lo que los hacía tan encantadores en primer lugar: su autenticidad.
¿El resultado? Muchos clientes habituales ya no van allí. Prefieren quedarse en casa, tomando una cerveza delante de su propio televisor, sin contaminación acústica ni presión social.
Afortunadamente, muchos pubs irlandeses históricos siguen en pie. Algunos datan incluso de hace varios siglos, y han conseguido conservar su autenticidad. En algunos no hay televisión, ni wifi… Sólo una barra, música y viejas mesas con la pátina de las pintas y los posavasos. Estos lugares atemporales siguen siendo muy populares entre los lugareños y los viajeros.
La modernidad tiene sus ventajas, pero también sus efectos perversos. Hoy en día, las relaciones sociales están cada vez más desmaterializadas. Preferimos charlar por Internet que levantar una copa ante un desconocido. Pedimos comida a través de una aplicación y permanecemos enclaustrados en nuestro salón, frente a una pantalla. El pub irlandés está perdiendo la batalla contra la comodidad individual y los rituales domésticos desinfectados.
El aspecto más alarmante de la desaparición gradual de los bares es el efecto dominó sobre el tejido social. Irlanda, un país famoso por su calidez y hospitalidad, se enfrenta ahora a la cruda realidad de que se ha convertido en uno de los países más aislados socialmente de Europa. En 2022, más del 20% de los irlandeses afirmaron sufrir soledad, frente a una media del 13% en la Unión Europea.
¿Y si esta creciente soledad estuviera relacionada con la lenta muerte de estos lugares a los que la gente acudía precisamente para no estar sola? El pub irlandés no era sólo un lugar para beber, sino un baluarte contra el aislamiento. Cuando cierra, cierra la puerta a los vecinos, a las conversaciones espontáneas, a las sonrisas intercambiadas en la esquina de un bar.
¿Pueden salvarse los pubs irlandeses? Sí, siempre que redescubran su vocación original: la de reunir a la gente, abrir los corazones y ralentizar el tiempo. No se trata de rechazar la modernidad, sino de no sacrificar el alma en el altar del progreso.
Pero tranquilízate, mientras haya irlandeses (y amantes de Irlanda) que crean en el poder de un buen pub antiguo, ¡no todo está perdido! Se están creando grupos para intentar salvar el alma original del pub. Queda mucho trabajo por hacer, ¡pero aún no se ha perdido nada!