Cuando Conor McGregor, la superestrella mundial de la MMA, anunció a principios de 2025 su intención de presentarse a la presidencia de Irlanda, muchos pensaron que se trataba de una broma o de una estrategia publicitaria. Pero la declaración era seria: el múltiple campeón de la UFC quería entrar en política y prometía “devolverle la voz al pueblo”. Su candidatura despertó de inmediato fascinación y escepticismo.
McGregor no es solo un deportista. Es una figura polémica, conocida por su carisma, sus excesos, sus problemas legales y también por su éxito empresarial. Con 37 años encarna tanto a la estrella internacional como a aquel joven de los barrios populares de Crumlin, en Dublín, que se convirtió en multimillonario.
El 15 de septiembre de 2025 McGregor anunció oficialmente su retirada de la carrera presidencial. En un comunicado explicó que, tras largas conversaciones con su familia, había llegado a la conclusión de que no era el momento adecuado para asumir un cargo tan exigente. Agradeció a sus seguidores, aunque dejó abierta la posibilidad de un futuro regreso a la política.
La noticia cayó como una bomba en Irlanda, donde su perfil poco convencional ya había sacudido las reglas habituales de la política.
Varios analistas sostienen que McGregor se enfrentaba a una presión cada vez mayor. Su pasado judicial —incluidos incidentes de violencia y altercados públicos— habría supuesto un gran obstáculo. Irlanda, que valora la sobriedad en la vida política, quizá no estaba preparada para ver a un luchador polémico como jefe del Estado.
Además, una campaña presidencial exige dedicación total. McGregor sigue vinculado al deporte, a los negocios y a los medios. Entre su whisky Proper No. Twelve, sus inversiones inmobiliarias y sus compromisos internacionales, llevar adelante una campaña seria habría sido prácticamente imposible.
Aunque McGregor goza de fama mundial y de un enorme apoyo entre ciertos sectores de la juventud irlandesa, su imagen divide a la opinión pública. Para algunos, simboliza el sueño irlandés: el chico humilde que conquista el mundo. Para otros, sus excesos, su arrogancia y sus líos judiciales pesan más que sus logros.
En política, la popularidad debe ir acompañada de credibilidad y estabilidad. Este paso atrás demuestra que McGregor es consciente de que sus polémicas personales podían superar cualquier programa político.
Un presidente con pasado de luchador habría cambiado radicalmente la imagen de Irlanda en el mundo. McGregor, con su notoriedad y su dominio mediático, habría dado a la presidencia —tradicionalmente discreta— una visibilidad sin precedentes.
Algunos observadores pensaban que su candidatura podía atraer a ciudadanos cansados de los políticos tradicionales. Su estilo directo y llamativo ofrecía una alternativa a la retórica institucional.
Pero más allá de la imagen, persistían las dudas: ¿tenía McGregor un verdadero programa político? En sus primeras declaraciones habló de defender a las clases trabajadoras, luchar contra la corrupción y reforzar el orgullo nacional. Temas poderosos, sí, pero sin planes concretos.
En contraste, otros candidatos —ex ministros y figuras de la sociedad civil— aportaban experiencia y conocimientos. El contraste era evidente: McGregor ofrecía titulares y carisma; los demás, propuestas sólidas.
Entre sus seguidores, la noticia causó gran decepción. Muchos esperaban que su candidatura diera un aire fresco a la política irlandesa. En las redes sociales abundaron los mensajes de lamento por la retirada de un candidato visto como “diferente” y capaz de “sacudir el sistema”.
Para otros, en cambio, la noticia supuso un alivio. Numerosos analistas temían que una campaña de McGregor desviara la atención de los verdaderos problemas y convirtiera las elecciones en un espectáculo mediático. Su personalidad polarizante podía haber dividido aún más a la sociedad.
El anuncio fue recogido también por medios internacionales. McGregor es un icono global y su aventura política había despertado interés desde Estados Unidos hasta Asia. Las comparaciones con otras figuras públicas que entraron en política, como Arnold Schwarzenegger en California o Volodymyr Zelensky en Ucrania, no tardaron en llegar.
Aunque finalmente dio un paso atrás, la experiencia mostró el creciente interés de los votantes por candidatos “fuera del sistema”.
El retiro le permitirá centrarse de nuevo en sus actividades principales. Aunque está menos presente en el octágono, nunca anunció oficialmente su retirada y todavía podría protagonizar algún combate de gran repercusión.
Su imperio empresarial sigue expandiéndose, desde el whisky hasta el sector inmobiliario. Es probable que prefiera reforzar esta faceta en lugar de lanzarse a la dura vida política.
Muchos creen que esta decisión es solo un aplazamiento. McGregor ha declarado en varias ocasiones su amor por Irlanda y su deseo de “representar a su pueblo”. Tal vez esté esperando un momento más favorable, con una imagen más estabilizada, para intentar nuevamente la aventura política.
La política irlandesa, seguramente, aún no ha visto lo último de él.